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Juan Gonzalo Betancur. El río de las luchas y las resistencias

SALA 4
• Sección 6 •

Trabajar, navegar y cazar en el río Magdalena

El corregimiento El Centro, de Barrancabermeja, se parece a un corazón: de él salen tubos por doquier que, como venas, transportan el petróleo, aquella sangre de la tierra que se extrae en la región. El petróleo ha motivado disputas agrias, las cuales, paradójicamente, han hecho correr mucha sangre real. Los obreros petroleros siguen ahí desde 1918, en el complejo industrial más grande del país, la refinería de Ecopetrol, y en las decenas de pozos que hay regados por toda la zona. De la riqueza que genera su trabajo se ha levantado la ciudad y se han nutrido las finanzas del Estado. Sus luchas sindicales, que protagonizaron huelgas como las que fotografió Floro Piedrahita, en otra época fueron capaces de paralizar el país.

Desde el siglo XVI, la navegación no ha desaparecido del río. A diario, cientos de personas se mueven en chalupas y canoas, y la navegación pesada es muy activa en el Bajo y el Medio Magdalena. Ya es extraño ver caimanes en el río Magdalena. La cacería sistemática de esos animales que mostró Floro Piedrahita en sus imágenes los llevó casi a su desaparición o a tomar distancia de los humanos. Los habitantes del río los cazaban en las playas y los viajeros que iban en los vapores les disparaban para divertirse.

Igual ha pasado con muchas otras especies: a las garzas les disparaban mientras volaban, a las iguanas las dejaban morir con el vientre abierto después de sacarles los huevos y a los grandes felinos como el jaguar se les hacía cacería. Esas prácticas no han desaparecido, solo desde hace pocos años han empezado a ser más controladas por las autoridades ambientales.

Juan Gonzalo Betancur B.

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