La marcha cotidiana.
Sobre las palabras, las fotos y los días
Colombia es uno de esos países que podría escribirse en plural, porque no es uno, sino varios a la vez, tan disímiles como su geografía. Un país que parece exhibir con orgullo el dudoso atributo de no reconocerse en el espejo. ¿Cuántas Colombias han conocido las botas Venus 41 de Federico Ríos? La respuesta es tan amplia como la suma de sus fotos. ¿Cuántas Colombias retrató Floro Piedrahita? La respuesta se pierde en su archivo incinerado. Ambas miradas son de hombres que han visto la resistencia a los ojos y no han perdido el foco en el intento de subrayar que lo que estuvo mal ayer no ha dejado de estar mal hoy.
Somos el paraíso que aprendió a arder sin compasión.
Floro acompañó la dignidad de los que no se amilanaron con las injusticias, de los que conquistaron mejorías laborales. Fue obrero entre los obreros. Qué difícil es el arte de sobrevivir; lo atestigua con su rastro de imágenes rescatadas el fotógrafo Piedrahita.
Federico acompaña la soledad de los olvidados, de los que viven en los márgenes; márgenes de agua que llamamos rivera, márgenes de pueblo que llamamos vereda, márgenes de aire, de tierra y de agua, de montaña y selva, márgenes que no aparecen en la contabilidad de la historia oficial. Y es justo en estos márgenes de sociedad que ocurre la cotidianidad de los que sostienen, sin proponérselo, este país en pie. Ellos, con sus manos, hacen posible el día a día sin deber favores a nadie que no sea a ellos mismos. Desafío cotidiano encarar así los días, como ha sido visto por Ríos.
Juan Mosquera Restrepo
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