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La ciudad del petróleo

SALA 3
• Sección 2 •

Luis Fernando González Escobar

Pareciera ser el fotógrafo llegado a un mundo en creación, en el momento en que todo estaba por hacer o apenas estaba iniciando. Paisajes agrestes, cazar grandes animales, talar la selva, hacer un claro en el bosque, extraer recursos y venderlos en un “leñateo”. Una vivienda de techo de hojas de palma y de paredes de madera parada, en un abierto de la selva, que sirve de bodega a orillas del río Magdalena.

De ahí surgirá la ciudad petrolera. Del antiguo Puerto Santander del siglo XIX, con fama de pueblo maldito, refugio de hampones y criminales, del caserío ubicado en las “barrancas-coloradas”, antecedente de lo que serían las “barrancas bermejas”, es decir, Barrancabermeja. Del caserío al final de un camino y pequeño puerto sobre el río a inspección de policía, y en 1922 apresurado municipio por las necesidades administrativas y la imposición de la petrolera Tropical Oil Company. La ciudad petrolera que se divide en los grandes espacios que Floro nos retrata: La Infanta-centro y la refinería-puerto, unidas por el ferrocarril y el oleoducto.

Las luchas obreras, las movilizaciones y tensiones, los asesinatos de huelguistas en manos de militares ocurren en estas calles de tierra, de andenes a medio hacer y de un paisaje urbano, cuyas fachadas están cambiando como el paisaje social. Aquellos hombres agrestes de la tierra y la caza ahora también son obreros y habitantes urbanos, y las formas de explotación modernas les plantean nuevas luchas y otras búsquedas de libertad.

 

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