El 1° de mayo de 1925, María había sido elegida Flor del Trabajo de Medellín. Eso la había llevado a recorrer media Colombia y a tomar contacto con las luchas sociales, en un país donde las mujeres que trabajaban ganaban un cuarenta por ciento menos que los hombres, y en las fábricas solo se escogía a las solteras, pues consideraban que las casadas debían estar en el hogar. Las huelgas se sucedían con frecuencia en el transporte, en la industria y en los enclaves americanos del petróleo y el banano. Las mujeres, por su parte, luchaban en las fábricas textiles. María Cano se había vuelto una gestora y lideresa activa. Terminadas sus veleidades literarias y las obras de caridad donde la consideraban la madrecita, ahora era una flor roja del trabajo y una oradora formidable por su claridad mental y la eficacia de su discurso.
Camila Loboguerrero
Memorables las páginas que legó María Cano a la posteridad. Sus escritos, siempre breves, sobre la pena de muerte, la masacre de las bananeras, los derechos de la mujer, la Confederación Obrera Nacional, el Partido Socialista Revolucionario, el naciente Partido Comunista y su relación con la III Internacional (cartas), los presos políticos, la invasión de los marines norteamericanos a Nicaragua,[1] entre otros temas, andan aún dispersos en los periódicos de la época y en archivos privados y públicos. Este es un trabajo de compilación y edición que está por hacerse.
A través de la afectuosa relación que María tuvo toda su vida con el libro, en sus diferentes manifestaciones, podemos ver con claridad tres facetas de su rica personalidad: María sentipensante, María autónoma y María utópica. Pensar y sentir, tener su propio criterio y tomar sus propias decisiones, avanzar siempre hacia un horizonte de transformación y de revolución social son rasgos sobresalientes en María, que ella supo cultivar en una relación estética en familia, en el espacio cultural y en los campos social y político.
Luis Ignacio Sandoval Moreno
Para atender la situación de agitación social de los años veinte, María Cano y sus compañeros hicieron siete giras nacionales; recorrieron todo el territorio colombiano hacia los centros y enclaves obreros y sindicales más importantes de aquel momento. En cada uno de los lugares estratégicos a los que llegaba la delegación, se realizaban masivas movilizaciones de trabajadores que acudían a escuchar el discurso de esa mujer que les hablaba de la revolución social y del establecimiento de nuevas ideas.
Gracias a Floro Piedrahita por esta memoria gráfica, por permitirnos ver sus rostros y sentir la emoción que producen en nosotros, en quienes honramos la memoria de esos líderes y lideresas obreros de hace más de un siglo en Colombia.
María Piedad León Cáceres
Un rápido recorrido por su vida y por algunas de sus palabras me ha permitido cumplir el deseo de familiarizarme con esa mujer que luchaba por los obreros sin ser obrera y que gozaba de gran fama producto de la red de amigos, conocidos y admiradores. Poco a poco fui conociéndola y amándola, comprendiendo cómo terminó siendo una obrera y una gestora de su propia historia. ¡Salud María, brindo por ti!
Carolina Mejía Mejía
[1] “Un buen día, de tierras de México, el general César Augusto Sandino, sabedor de su vida y milagros, acompañado de varonil esquela, le envía de regalo el machete con que había combatido en su patria al imperialismo yanqui”. Estas líneas, que indican el prestigio de María aun en el exterior, se toman del texto de Gabriel Castro publicado en 1943 y recogido en Magazine de El Espectador, núm. 228, 6 de agosto de 1987.
- Escuche la voz de los autores:
- Autora: Camila Loboguerrero
- Autor: Luis Ignacio Sandoval Moreno
- Autora: María Piedad León Cáceres
- Autora: Carolina Mejía Mejía
Barrancabermeja, diciembre de 1927.
La joven Flor del Trabajo baja las escaleras de la embarcación que Floro y otros camaradas habían preparado para llevarla de Puerto Berrío hasta Puerto Wilches. En el viaje hace paradas en algunos lugares intermedios, entre ellos Barrancabermeja, como se aprecia en la foto que narra la entrega de una medalla de oro a María Cano.
Barrancabermeja, diciembre de 1926.
El vuelo de María Cano. Este negativo desapareció en una oportunidad que se prestaron los negativos para favorecer un artículo de la revista Número, en su segundo número en noviembre de 1993. Desgraciadamente uno de los negativos más apreciados fue extraído. A modo de compensación, se volvió a realizar un negativo usando el registro que se había logrado ampliar antes del suceso; una pérdida irreparable. Destaca el encuadre, pues Floro estaba en calidad de pueblo escuchando el discurso.